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Mi Fracaso Personal

CLOSER

Antesdeayer me llamó H., uno de los responsables del semanario La Calle, al periódico. Yo estaba trabajando. "Hola, soy H.", me dijo. "Perdona que te llame al trabajo, pero es que estamos buscando una persona para cubrir un hueco que hay en la redacción y hemos pensado en ti". Yo no había mandado el curriculum allí ni nada, así que me quedé sorprendido. Se lo comenté a L., mi compañera de sección, y me dijo que ni de coña, que no se me ocurriera. Yo lo tenía muy claro hasta hoy a mediodía, cuando cogí el autobús desde Montilla a Córdoba. Ayer tuve que ir a Montilla porque había pleno por la noche, así que debía aprovechar esta mañana para conseguir allí algún tema. He llegado a un extremo en que esta situación me parece insoportable. Hoy he estado todo el día depresivo. Cuando mi padre me llevó en la moto a la estación de autobuses para volver a Córdoba, lo dije bien claro: "Tenía que haberme ido a La Calle". Pero ya por la mañana había llamado a H., para decirle que sería imposible quedar como dijimos, y que, además, ya había pensado que mejor me quedaba como estaba, que me gustaba lo que estaba haciendo en el periódico. Sí, "me gustaba", porque ya no es así. Me di cuenta en el instante en que mi madre me vio cómo me montaba en la moto que conducía mi padre, y se dio cuenta de la cara que yo llevaba. Siempre discutimos porque quiere que yo me lleve demasiada comida hasta Córdoba, pero hoy la cogí y la metí en la mochila. Cuando llegué a Córdoba no fui al piso a soltarla ni nada, sino que me metí directamente en la redacción. Las fresas y las alcachofas han pasado allí toda la tarde, junto a mí, mientras escribía una crónica absurda que no quiero volver a leer. Tampoco quiero volver mañana al periódico, ni hacer nada. Esta noche me comeré las alcachofas, y después las fresas. Las mojaré en vinagre y en azúcar.

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Toda la Semana Santa me la he pasado trabajando, y creo que en el periódico no hay ni solidaridad ni nada... Estuve toda la semana en Córdoba. El Jueves Santo salí solo, porque no quería hablar con nadie, y estuve toda la tarde comiendo comida basura. Compré dos bolsas de pipas con sal, un bocadillo en una tienda de comida rápida, y por la noche me bebí en café y me tomé unos donuts de crema de leche en el Dunkin Donuts. La crema de leche me recuerda a Madrid, a los pocos días que pasé allí. Cada mañana íbamos al Dunkin Donuts y luego cogíamos el Metro. El Jueves Santo por la noche empezó a llover, así que me metí en una heladería y seguí pidiendo comida. En los últimos meses he adelgazado varios kilos, creo que del estrés y de la tensión. Luego me recorrí varias iglesias. Creo que llevaba varios años, desde que estudiaba en Sevilla y una tarde me recorrí con M.C. varias iglesias. ¿Qué habrá sido de M.C.? Llevo meses sin saber de ella. Hablábamos mucho, íbamos al cine, a exposiciones. Cosas que en Córdoba no he vuelto a hacer. La última película que vi en el cine, por ejemplo, fue Las Horas, en Sevilla. Aquella noche fui con M., y cuando salimos de la sala pasamos varios minutos sin hablar. Bueno, fueron segundos, pero los recuerdo como minutos. Recuerdo aquel momento. Junto a una torre del río que no sé como se llama y que era uno de mis sitios favoritos de Sevilla para pasear. El Jueves Santo estuve a punto de ir al cine, después de comer los helados, el café, los donuts, el bocadillo y las pipas. Pasé varios minutos frente a la taquilla -literalmente- mientras la gente me pasaba en la cola. Luego no entré; me acordé del mensaje que C. me había mandado al principio de la tarde, y que yo no había contestado. Me puse triste y me volví a casa.

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El Sábado de Gloria había quedado con M., que había venido de Málaga de vacaciones; con Á., que había venido de Madrid; con A., la profesora; con M. y con otros amigos. Estuvimos en el campo de B., que también había venido de Madrid. Paseamos, bebimos y comimos. Representamos el Santo Entierro Magnum, con unos polos de chocolate blanco como si fueran cirios y portando a M., que se había sentado en una silla en posición triunfal. Tenemos fotos que no quiero ver. Nos hemos condenado al infierno por esa herejía.

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Este fin de semana volveré a Montilla. Tengo que aclararme muchas cosas a mí mismo, y mañana será un día duro en el trabajo. El sábado tengo que hacer muchas cosas. Tengo que llevar el coche a arreglar al taller, porque he vuelto a cargarme una rueda y falla la batería; tengo que recoger el ordenador, porque se ma ha estropeado el módem; y tengo que ir a pelarme, que ya no sé qué hacerme en la cabeza por las mañanas. A lo mejor me viene bien un poco de actividad. Incluso he pensado en apuntarme al gimnasio. Por la noche no saldré. No llamaré a nadie. Escucharé música. A lo mejor leeré algo. Y quizás pensaré.

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