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Mi Fracaso Personal

LO HE SOÑADO

Llego al periódico. La secretaria está picando los horóscopos, los pasatiempos y los muertos en la recepción. Nos saludamos y me entrega el correo y la prensa del día. Entro a la redacción. Al lado de la sección de diseño hay una colchoneta. Todo toma un matiz de gimnasio, de pronto hay tablas en las paredes, un ring en local. Vestimos chándal y zapatos de deporte. El subdirector lleva un silbato colgado del cuello. Pita y nos ponemos en fila. Todos obedecemos, en silencio. Alineados, saltan a la colchoneta, de color azul. Dan volteretas. Soy el último de la fila. Todos saltan y obedecen, dan giros, una, dos vueltas. Llega mi turno. Soy el último. Todo está vacío, ya se han ido todos salvo el subdirector y yo. Él lleva un chándal diferente al del principio. Yo no quiero saltar sobre la colchoneta. “No sé dar volteretas”, le digo. “Entonces tendrás que irte”, me contesta. Lo intento. Me tiro al suelo y apuntalo la cabeza en el colchón. De pronto me duele el cuello. Ahora estoy en cuclillas. Me coge de los pies y me alza, me obliga a dar una voltereta. Caigo mal y me salgo del colchón. Hay un indicio de enfrentamiento, pero desisto y me voy. Lo dejo todo. A la salida, ya no está la secretaria. Todos los ordenadores están apagados. La puerta de salida da directamente a la calle. No hay ascensor, ni segunda planta, ni árboles en las aceras.

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El jueves salimos. Se ve que por alguna extraña reacción de la bebida en el estómago vacío me pasé toda la noche soñando. Estuvimos en La Buhardilla hasta las 4.30, y al día siguiente trabajábamos. Yo me acosté y eran más de las 5.00, así que el viernes llegué destrozado al periódico, como casi todos. Tuve que redactar una información sobre un accidente en una central térmica, y me pareció complicadísimo. Llamé al Consejo de Seguridad Nuclear y la chica de prensa me aclaró algunos conceptos. Pasé una tarde horrible, sobre todo porque era consciente del fémur de la pierna derecha. Hace poco me pasó con el pie izquierdo. Caminaba y era consciente de esa parte del cuerpo, como si no formara parte de mí, como si fuera el propio zapato. Otras veces me ha pasado con los dedos de las manos. Es una situación muy incómoda, y el viernes me pasó con el fémur. Estuve toda la tarde levantándome y bebiendo agua. Cuando el viernes salí del periódico ya eran más de las once de la noche, así que llegué a casa reventado.

Esta mañana, cuando iba a la estación a coger un autobús para Montilla, recibí un mensaje de M., que decía que pasaban el fin de semana en Córdoba para ir de cruces. Yo estaba muy cansado, así que seguí el recorrido como tenía pensado y ahora estoy en Montilla. Sábado noche y no he salido porque no hay nadie por aquí. A., la profesora, me ha dado un toque. Se ve que también está con M. en Córdoba. Tenemos unos horarios totalmente incompatibles y hace semanas, desde el Sábado de Gloria, que no nos vemos.

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