VALENCIA EN TRES DÍAS

Á. llegó el miércoles a Córdoba al final de la tarde. A las 01.00 cogimos el bus para Valencia. Después de recorrernos íntegramente las provincias de Jaén y Albacete, llegamos a la ciudad del Turia. El albergue estaba en la avenida del Puerto, cerca de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, así que todavía tuvimos que coger un bus de línea. Por fin llegamos al albergue, que era un colegio mayor -el más decadente de la ciudad, seguro-. Subimos a la habitación, soltamos las cosas y a la calle. Á. había quedado con un amigo de su pueblo, F., que trabaja en Valencia desde hace meses. Nos hizo de guía y nos llevó al centro. Entramos a la catedral -un poco fea, de estilo un poco versallesco, justo como no deben ser las catedrales- y nos recorrimos el barrio del Carmen, todo muy bien. F. nos llevó a almorzar a un restaurante italiano, y después al albergue a dormir, que estábamos destrozados. Por la tarde de vuelta al centro, a visitar museos de arte contemporáneo.
Día 2. Viernes.
M., la murciana de Cádiz, llegaba a Valencia a las 13.00, así que por la mañana aprovechamos para ir a la Fnac -todo carísimo-, que estaba cerca de la estación de trenes. La recogimos y fuimos a soltar su maleta al bar donde trabaja F. Luego a ver la ciudad, de nuevo. Estuvimos en el museo de Egipto, que a M. le encanta todo lo que tenga que ver con momias y a mí me parece aburridísimo. También vimos una exposición del hombre salvaje, de cómo la idea del hombre sin educar ha ido evolucionando a lo largo de los siglos. Una exposición total, con proyecciones de fragmentos de películas de Luis Buñuel y David Lynch, y con historietas de la Patrulla X y de otros superhéroes.
Luego fuimos a la cripta donde fue martirizado San Vicente, el patrón de la ciudad y cuya mano se conserva incorrupta y a la vista de todo el mundo en la catedral. Después de ver las ruinas de la cripta, a las 19.00, proyectaban un audiovisual de la vida del mártir. Qué desdichado fue, y cuánto le costó que la iglesia lo considerara Santo, porque sus maltratadores sabían cómo matarlo para que muriera como un cristiano más y sin reconocimientos póstumos. Primero lo descolluntaron y, viendo que resistía, lo asaron a la parrilla, lo torturaron con unas tenazas y lo azotaron atado a una columna, pero nada, el santo seguía cada mañana despertándose, cantando e irradiando luz, una pesadez. Así que decidieron arrojarlo al mar.
El viernes decidimos probar la horchata, una bebida refrescante que sabe a leche de burra, según apreció M., la murciana. (La chica de la foto sabe cómo nos sentimos) Por los caños de Valencia circula más horchata que agua, porque creo que todo el mundo que la prueba decide tirarla por el desagüe. Yo me bebí un vaso de 75 centilitros, al menos, porque estaba fría y estábamos en plena ola de calor. F. también se bebió otro vaso así, Á. uno más pequeño y M. lo tiró a una papelera. Luego nos fuimos a ver la capilla donde se supone que se conserva el Santo Cáliz y que, evidentemente, es falso.
Por la noche cenamos en un McDonald y nos tomamos unas cervezas por el Carmen.
Día 3. Sábado.
El sábado lo dedicamos íntegro a visitar la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Por la mañana estuvimos en el museo de las ciencias, luego estuvimos en el hemisférico, donde nos pusieron una película que se titula "Gran Cañón" y que no tiene ni argumento ni nada y con la que me quedé durmiendo. Por último fuimos al oceanográfico. Al final estuvimos en una exhibición de delfines, un espectáculo muy triste y con el que estoy totalmente en desacuerdo porque hacen trabajar a los animales. Me acordé de todas las canciones de Vainica Doble, Family y Le Mans en las que las ballenas y los delfines son seres desdichados, pero no se lo comenté a nadie porque todo el mundo aplaudía a mi alrededor.
SUENA: Perezosa y tonta, de Le Mans.
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