DESPEDIDAS , ENCUENTROS Y REENCUENTROS
Á. me llamó el jueves por la noche; M. se va la semana que viene a Pisa, de Erasmus, así que ayer lo despedimos. Estuvimos en el campo de Á. Compramos pinchitos, chuletas, panceta. Llegamos a mediodía, preparamos la barbacoa y comimos. Bebimos sangría. Al principio salió un poco fuerte, pero luego la rebajamos con refresco de limón y zumo de piña. Le añadimos frutas en almíbar. Estuvimos haciéndonos fotos, pero aún no he podido descargar ninguna. Quizás, antes de que M. se vaya a Italia, haya otra despedida. Ya veremos.
Ahora estoy en Córdoba. Esta tarde trabajo, hago cierre. Por la noche estuve en el concierto de La Habitación Roja y Chucho. Es la segunda vez que veía a Chucho en concierto; la primera vez fue en el año 98, cuando estudiaba COU. Vine con mi hermana a Córdoba. Chucho acababa de sacar su primer disco, el "78". Ayer apenas tocaron dos canciones de este álbum. Estuve solo.
Por la tarde, cuando venía en el autobús hacia Córdoba, me mandó un mensaje C. S., una compañera de la facultad de Sevilla y que trabaja en Córdoba, pero ahora apenas nos vemos porque tenemos horarios totalmente incompatibles. Le he respondido esta mañana. Y cuando iba hacia el concierto, recibí una llamada de un número que no tenía registrado en la agenda. Pero reconocí la voz en el primer segundo. M. J. está este fin de semana en Córdoba. Es otra compañera de la facultad, a la que no veía desde hace más de un año, desde la fiesta de graduación. Hacíamos todos los trabajos juntos; fue a la primera persona que conocí en la carrera, preguntando al conserje dónde estaba el aula donde empezaban las clases; ahora ha cambiado de peinado, escribe relatos y hace talleres de radio. Apenas supimos qué decirnos; fue como si al cambiar de ciudad hubiéramos cambiado de pensamientos, de vida. Ella conoce a gente que yo no conozco; y yo conozco a gente que ella no conoce. Quedamos hoy para almorzar, pero me ha mandado un mensaje para decirme que no puede hoy, que quizás mañana. Yo le he dicho que ok, que avise cuando pueda. Nuestra conversación será sobre el pasado (qué hemos hecho durante este año, a quién hemos conocido) y sobre el futuro (qué haremos a partir de ahora, cuáles son nuestros proyectos); quizás evitemos el presente, el único punto donde no coincidimos.
Hace un rato, cuando iba a recoger a M. J. al lugar adonde habíamos quedado, me encontré a una compañera del instituto. Ahora trabaja en un banco y vive en Montilla, con su familia. Va todos los días en autobús a Puente Genil a trabajar, así que se está sacando el carné de conducir. Dentro de unas semanas volverá a quedarse en paro. Tuvimos que retrotraernos a los años del instituto para poder hablar de algo: de los compañeros, de las fiestas, de nuestros encuentros. Quedamos un par de veces; ella llevaba un traje de punto rojo, con una falda larga y una gorra del mismo color. A veces me la encontraba cuando iba con sus amigas, y nos poníamos a hablar y las ignorábamos. Ayer apenas supimos qué decirnos. Nos dimos un par de besos; ella se fue a comprar, al mismo sitio donde años atrás se había comprado el traje de punto rojo, en otoño.
Durante la conversación me llegó un mensaje. Lo leí cuando iba por el bulevar, después del encuentro. M. J. no podía quedar para comer. Yo seguí hacia adelante, para ver lo que hacía. Llegué al quiosco que hay al final del bulevar y compré un periódico de compraventa y de alquiler de pisos. Me di media vuelta y volví a casa por calles por las que nunca antes había pasado. Tengo que cambiar de piso esta semana. Ya le hemos avisado al casero que no seguiremos, que el alquiler es demasiado caro para dos personas. El viernes me tomaré un día de vacaciones, el último que me queda. Y quizás el jueves pida día para hacer buscar piso y hacer la mudanza.
R. ya está en España, después de su viaje por Suiza e Italia. Me ha mandado un mensaje esta mañana, antes de que saliera de casa en busca de M. J. Le he dicho que teníamos que buscar piso esta misma semana.
Ahora estoy en Córdoba. Esta tarde trabajo, hago cierre. Por la noche estuve en el concierto de La Habitación Roja y Chucho. Es la segunda vez que veía a Chucho en concierto; la primera vez fue en el año 98, cuando estudiaba COU. Vine con mi hermana a Córdoba. Chucho acababa de sacar su primer disco, el "78". Ayer apenas tocaron dos canciones de este álbum. Estuve solo.
Por la tarde, cuando venía en el autobús hacia Córdoba, me mandó un mensaje C. S., una compañera de la facultad de Sevilla y que trabaja en Córdoba, pero ahora apenas nos vemos porque tenemos horarios totalmente incompatibles. Le he respondido esta mañana. Y cuando iba hacia el concierto, recibí una llamada de un número que no tenía registrado en la agenda. Pero reconocí la voz en el primer segundo. M. J. está este fin de semana en Córdoba. Es otra compañera de la facultad, a la que no veía desde hace más de un año, desde la fiesta de graduación. Hacíamos todos los trabajos juntos; fue a la primera persona que conocí en la carrera, preguntando al conserje dónde estaba el aula donde empezaban las clases; ahora ha cambiado de peinado, escribe relatos y hace talleres de radio. Apenas supimos qué decirnos; fue como si al cambiar de ciudad hubiéramos cambiado de pensamientos, de vida. Ella conoce a gente que yo no conozco; y yo conozco a gente que ella no conoce. Quedamos hoy para almorzar, pero me ha mandado un mensaje para decirme que no puede hoy, que quizás mañana. Yo le he dicho que ok, que avise cuando pueda. Nuestra conversación será sobre el pasado (qué hemos hecho durante este año, a quién hemos conocido) y sobre el futuro (qué haremos a partir de ahora, cuáles son nuestros proyectos); quizás evitemos el presente, el único punto donde no coincidimos.
Hace un rato, cuando iba a recoger a M. J. al lugar adonde habíamos quedado, me encontré a una compañera del instituto. Ahora trabaja en un banco y vive en Montilla, con su familia. Va todos los días en autobús a Puente Genil a trabajar, así que se está sacando el carné de conducir. Dentro de unas semanas volverá a quedarse en paro. Tuvimos que retrotraernos a los años del instituto para poder hablar de algo: de los compañeros, de las fiestas, de nuestros encuentros. Quedamos un par de veces; ella llevaba un traje de punto rojo, con una falda larga y una gorra del mismo color. A veces me la encontraba cuando iba con sus amigas, y nos poníamos a hablar y las ignorábamos. Ayer apenas supimos qué decirnos. Nos dimos un par de besos; ella se fue a comprar, al mismo sitio donde años atrás se había comprado el traje de punto rojo, en otoño.
Durante la conversación me llegó un mensaje. Lo leí cuando iba por el bulevar, después del encuentro. M. J. no podía quedar para comer. Yo seguí hacia adelante, para ver lo que hacía. Llegué al quiosco que hay al final del bulevar y compré un periódico de compraventa y de alquiler de pisos. Me di media vuelta y volví a casa por calles por las que nunca antes había pasado. Tengo que cambiar de piso esta semana. Ya le hemos avisado al casero que no seguiremos, que el alquiler es demasiado caro para dos personas. El viernes me tomaré un día de vacaciones, el último que me queda. Y quizás el jueves pida día para hacer buscar piso y hacer la mudanza.
R. ya está en España, después de su viaje por Suiza e Italia. Me ha mandado un mensaje esta mañana, antes de que saliera de casa en busca de M. J. Le he dicho que teníamos que buscar piso esta misma semana.
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