ALMUERZOS Y CENAS
R. me trajo ayer hasta Montilla en su Peugeot 205 desde Córdoba por la carretera de la muerte. Los coches nos adelantaban y se perdían a lo lejos. El viernes por la noche al final no fuimos a la feria. Cuando salimos del periódico estuvimos con L., nuestra compañera de sección, tomando unas cervezas en La Corredera. Luego fuimos a comer a un local de comida árabe que hay detrás del mercado, junto a unos contenedores donde los comerciantes de la plaza de abastos tiran los despojos del pescado. Pero el shawarma que pedimos estuvo muy bien, mereció la pena. Bueno, el pan de pita estaba un poco crudo. Casi parecía una hostia consagrada. El viernes fue el Día Internacional de la Comida Internacional. A mediodía estuve con R. en el chino que hay cerca del periódico, y nos atrevimos a innovar. Bueno, se atrevió ella. Pedimos dos menús, con lo de siempre: yo, rollito de primavera, arroz tres delicias y pollo con almendras; ella, ensalada china, arroz tres delicias y pollo agridulce. Ésta fue la innovación. Cuando le sirvieron este plato, con unas albóndigas rebozadas y frutas en almíbar, casi nos da algo. Pero a mí me gustó, casi más que el pollo con almendras.
Esta semana pasada he empezado a recuperar la tradición de cenas y almuerzos fuera del piso. Será por el buen tiempo y, sobre todo, porque llevamos una semana sin bombona de butano. Para la ducha no me importa, porque está la del gimnasio y esta semana he sido responsable y he podido ir todos los días excepto el martes, pero ese día aún caía algo de agua caliente. Lo del gimnasio bien. Voy por las mañanas, a eso de las nueve, y hago unos 20 minutos de bicicleta y luego algunas máquinas, algo que me aburre sobremanera. Prefiero la bicicleta, pero no es cosa de estar allí una hora entera pedaleando.
El jueves también cené fuera, en el piso de R. Preparó unas pizzas mientras yo hablaba con M. J., que me llamó al móvil desde Huelva. Llevaba desde el mes de julio sin saber nada de ella. Se está preparando las oposiciones a profesora de Secundaria y se presenta ya a finales de mes. Después de cenar nos quedamos un rato viendo la tele y nos salimos a la terraza. Se veía el resplandor y el ruido de la feria, algo para lo que no he estado preparado este año. A mediodía, también estuve en el piso de R. Su compañera preparó una ensalada de pasta y luego almorzamos mientras escuchamos Portishead. No le comenté nada. Ya le diré otro día que coincidimos en gustos musicales. El miércoles y el jueves todo el día yendo y viniendo del periódico, pero a buen ritmo sin estresarnos. El jueves, por ejemplo, después de salir, nos fuimos a dar un paseo por el centro. Pedimos unos helados y estuvimos un rato en Las Tendillas, completamente relajados.
Aparte de la falta de gas butano, del gimnasio, de las horas de trabajo y de los almuerzos y las cenas fuera, he estado toda la semana pensando en Barcelona, en los siete días que estuve allí con Mar, la murciana de Cádiz, y con R.
Esta semana también ha sido la feria. Estuve el lunes con los del periódico y nos estuvimos haciendo fotos. Una diputada me invitó a bailar, pero me resistí. Luego he pensado que hice mal, que a lo mejor me hubiera venido bien para trepar profesionalmente, aunque con todo el alcohol que llevaba la diputada imagino que a la mañana siguiente no se habría acordado de nada.
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En estos últimos días he tenido por primera vez la sensación de que se acerca el verano y de que aún no tengo planes.
Esta semana pasada he empezado a recuperar la tradición de cenas y almuerzos fuera del piso. Será por el buen tiempo y, sobre todo, porque llevamos una semana sin bombona de butano. Para la ducha no me importa, porque está la del gimnasio y esta semana he sido responsable y he podido ir todos los días excepto el martes, pero ese día aún caía algo de agua caliente. Lo del gimnasio bien. Voy por las mañanas, a eso de las nueve, y hago unos 20 minutos de bicicleta y luego algunas máquinas, algo que me aburre sobremanera. Prefiero la bicicleta, pero no es cosa de estar allí una hora entera pedaleando.
El jueves también cené fuera, en el piso de R. Preparó unas pizzas mientras yo hablaba con M. J., que me llamó al móvil desde Huelva. Llevaba desde el mes de julio sin saber nada de ella. Se está preparando las oposiciones a profesora de Secundaria y se presenta ya a finales de mes. Después de cenar nos quedamos un rato viendo la tele y nos salimos a la terraza. Se veía el resplandor y el ruido de la feria, algo para lo que no he estado preparado este año. A mediodía, también estuve en el piso de R. Su compañera preparó una ensalada de pasta y luego almorzamos mientras escuchamos Portishead. No le comenté nada. Ya le diré otro día que coincidimos en gustos musicales. El miércoles y el jueves todo el día yendo y viniendo del periódico, pero a buen ritmo sin estresarnos. El jueves, por ejemplo, después de salir, nos fuimos a dar un paseo por el centro. Pedimos unos helados y estuvimos un rato en Las Tendillas, completamente relajados.
Aparte de la falta de gas butano, del gimnasio, de las horas de trabajo y de los almuerzos y las cenas fuera, he estado toda la semana pensando en Barcelona, en los siete días que estuve allí con Mar, la murciana de Cádiz, y con R.
Esta semana también ha sido la feria. Estuve el lunes con los del periódico y nos estuvimos haciendo fotos. Una diputada me invitó a bailar, pero me resistí. Luego he pensado que hice mal, que a lo mejor me hubiera venido bien para trepar profesionalmente, aunque con todo el alcohol que llevaba la diputada imagino que a la mañana siguiente no se habría acordado de nada.
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En estos últimos días he tenido por primera vez la sensación de que se acerca el verano y de que aún no tengo planes.
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