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Mi Fracaso Personal

CUALQUIER DÍA

El ruido de la obra de al lado volvió a despertarme a eso de las ocho de la mañana. Se ve que es la hora en la que empiezan a trabajar los albañiles, y comienzan a emitir gritos y a utilizar máquinas que rugen, chirrían, retumban y suben los decibelios hasta niveles incalculables. Mi calle debe ser la más ruidosa de la ciudad. Estuve como media hora dando vueltas en la cama, pensando si iba al gimnasio o no, porque estaba bastante cansado. Que si voy, que si no voy, que si voy, que si no voy... Me dieron casi las nueve con la indecisión, pero al final preparé la mochila y después de desayunar me planté allí. Cuando llegué ya había gente, y se llenó al pronto. Se ve que el calor lleva a la gente a madrugar y a tomar decisiones como ésta, o que la ciudad está llena de obras.

Fui al periódico sobre las once y media. Estuve haciendo llamadas y mandando faxes, que es un medio de comunicarse que acabo de descubrir y que es muy eficaz, incluso más que el correo electrónico. A eso de las doce y media la gente empezó a llegar al periódico. Se notaba que era viernes, y que teníamos ganas de terminar la semana, porque cuando nos fuimos a mediodía nos paramos a tomarnos unas cervezas en el bar Manolo, que está debajo del periódico. Yo soy bastante perezoso para tomar cañas al mediodía, porque luego me entra sueño y soy incapaz de volver al trabajo. Pero como ya llegó Z., pues me quedé.

Al final terminé con M. y ella en el piso de ambas. M. había hecho gazpacho la noche anterior y prepararon algo de comida y estuvimos allí almorzando los tres y viendo Aquí hay tomate. En este piso nunca falta el gazpacho, que aquí es como el agua mineral o la Coca Cola, que se consume a todas horas. Terminamos de comer tarde, así que M. y yo llegamos al periódico casi a las cinco. Z. se quedó en el piso, durmiendo la siesta, porque tiene la suerte de que casi nunca trabaja por las tardes.

Yo llegué con cero ganas de trabajar, pero hice un esfuerzo. La tarde fue bastante movida porque se encontraron en La Rambla el cadáver de un hombre cuya mujer había aparecido el día anterior asesinada en Granada. Además, como tenía que dejar un reportaje para el fin de semana, salí del periódico pasadas las once de la noche. Había quedado con Á., que ya se ha vuelto definitivamente de Madrid y estuvimos con otra amiga de él tomando unas cervezas en el Cotton Club, una terraza nueva que ayer mismo inauguraron en la zona de El Tablero, donde no había estado nunca pero que está muy cerca de casa. Muy bien el sitio, aunque se echaba de menos algo de música.

Volví al piso sobre las dos y media de la noche, desde casi las once en que salí por la mañana. Solté la grabadora, la agenda, la libreta y el bolígrafo y me tumbé en la cama con la ventana abierta echando un vistazo al último Rockdelux, que trae una entrevista que está bastante bien con Morrissey. Leyendo las respuestas tan originales y escuchando a The Smiths me quedé dormido. Hoy amanecí enredado en los auriculares.

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