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Mi Fracaso Personal

CAMBIOS

Llegué a Córdoba el viernes por la tarde. Ya han instalado el aire acondicionado en el salón, ahora que remiten las temperaturas. Estuve limpiando el sábado y el domingo por la mañana. Por la noche quedé con R., que ayer cogió por fin las vacaciones, y con A., un amigo suyo. Estuvimos tomando una tapa y después una copa. Bueno, ellos, porque yo he decido que ya no bebo, que no me gusta el sabor del alcohol. Ahora sólo tomaré refrescos, cafés e infusiones, derivados lácteos.

Anoche, después de salir del periódico, R. y yo volvimos a pararnos en el irlandés. Empieza la rutina a la que no quiero volver. Se lo comenté a R., y mi propuesta de octubre en el caso de que esta situación no mejore. En los últimos días R. también ha pasado por momentos personales muy delicados, y ha llegado a la conclusión de que tiene que cambiar. Algo. No lo sabe. Tampoco yo sé realmente qué tengo que cambiar. Estuvimos hablando del otoño, del invierno, de la primavera que vendrán. NO quiero que sea como la que ha pasado.

R. va a hablar con su tía. Vive en su piso, pero ahora se jubila y quizás se vaya un año de viaje. Si es así, podría irme a vivir allí. Formar una especie de familia ficticia. Organizarnos. Ver la tele. Alquilar películas. Conectarnos a internet. Organizar viajes. Le dije que sí. Inmediatamente. Ni lo pensé. Sobre las 02.00 R. cogió el coche y me llevó a casa. Antes de dejarme dimos una vuelta por el barrio para anotar números de teléfono de pisos que se alquilan, por si su tía dice que no. Ya no cumpliré el plan de limpieza que me he propuesto para agosto: ordenar armarios, limpiar muebles de cocina, azulejos, terraza, cristales.

Hoy es fiesta. NO hay nadie en Córdoba. No ha pasado nada. A ver qué hago en todo el día.

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